jueves, 5 de abril de 2012

Y se encontró con su reflejo




Esa mañana se levanto desnuda. La noche había sido fugaz pero muy intensa. El hombre que le cortejo se había marchado y en su mesilla sólo quedaba un paquete de ducados vacío. A ella le molestaba ese olor a tabaco, pero en él adquiría connotaciones sexuales, le atraía ese olor, le daba la sensación de estar abrazada a aquel hombre mientras una nube de humo hacía a su vez de cortina.


Y allí estaba ella, de pie frente al espejo observándose a sí misma, cosa que a su parecer era difícil de conseguir ya que se sentía profundamente amplia. Sus piernas siempre rozaban entre sí como si secuestraran el aire a sus puertas. Siempre había sido así, no recordaba ninguna etapa en su vida en la que careciera de esa silueta esférica. Ella había aprendido a quererse así, disfrutaba al igual que el resto de mujeres de ir de compras, aunque tuviera que elegir bien las tiendas en las que había que entrar. Ella sabía, como todo el mundo, que las grandes compañías multinacionales no son el dulce hogar de aquellas personas que sobrepasan los límites de la estética. “Estética”- pensó- “Qué sabrán ellos.”


Lo cierto es que ellos, los varones, tenían un sentido de la armonía en la que ella no entraba, salvo ciertas personas, entre ellas el varón con el que compartió sus más profundos deseos anoche. Todavía tenía el sarpullido en el pecho que aquel hombre le había hecho con el roce de su barba. Tenía una alfombra de pelo que le recorría de oreja a oreja. Eso a ella le había gustado, era como una ola aterciopelada.  

Cuadro: Mujer en el baño. Botero

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